La protección solar en niños y niñas
En este artículo os queremos informar de la importancia de proteger la piel y los ojos de las radiaciones solares, especialmente en el caso de los niños y las niñas.
El sol es la estrella que permite que haya vida en nuestro planeta. Nos envía ondas electromagnéticas de diferente longitud; las más nocivas y letales son las de menor longitud de onda, como los rayos gamma y los rayos X. Ambos se filtran gracias a las diferentes capas de la atmósfera. A la superficie terrestre nos llega una pequeña parte de rayos UVB y UVA. Estos suponen la radiación que permite la inducción de la producción de la vitamina D, pero en exposiciones prolongadas pueden provocar patologías oculares y cutáneas graves. La luz también es una onda electromagnética que nos llega y hace posible la existencia de vegetación en el planeta Tierra. Permite la fotosíntesis y estimula los conos y bastones de la retina para aportarnos el sentido de la visión. Los infrarrojos son ondas electromagnéticas de longitud más larga que permiten mantener la temperatura óptima para que se desarrolle la vida.
Durante los días nublados tenemos menos luz y menos infrarrojos, ya que estas ondas electromagnéticas más largas son filtradas por las nubes. Esto provoca la bajada de temperaturas, pero no evita que nos llegue una cantidad prácticamente igual de rayos UVB y UVA. La única protección natural de los ojos ante el sol es el cristalino, pero siempre hay radiaciones que acaban llegando a la retina. Los bebés y recién nacidos cuentan con un cristalino embrionario que va aumentando de grosor a medida que crecen. Por lo tanto, están más expuestos que los adultos a las radiaciones UVB y UVA. Las gafas de sol ofrecen protección contra tumores de párpado como el carcinoma vasocelular, el melanoma uveal (que es el tumor primario maligno intraocular más frecuente en adultos) y el retinoblastoma (el más común en la infancia). Estas gafas también pueden retardar la aparición de cataratas y de DMAE (Degeneración macular asociada a la edad). Existen diferentes tipos de lentes solares. Todas protegen de radiaciones UVB y UVA, pero el grado de opacidad y protección ante infrarrojos varía según la actividad. Por ejemplo, en alta montaña contamos con menos protección de la atmósfera, puesto que estamos más cerca del sol; por este motivo, se requieren lentes de categoría 4, es decir, las más oscuras y con la máxima protección a los infrarrojos (además de tener que contar con efecto espejo si están destinadas a actividades en la nieve). En cambio, para actividades acuáticas, las lentes de sol deben estar polarizadas y es suficiente con que sean de categoría 3. Se debe tener la costumbre de utilizar gafas de sol siempre que estemos en el exterior, para proteger, especialmente, a bebés, niños y niñas, independientemente de la temperatura y aunque el día esté nublado. El 80 % de las patologías retinianas que podemos sufrir a edades avanzadas se deben a las radiaciones UVA y UVB recibidas antes de los dieciocho años.