Cataratas congénitas
Cuando un bebé nace tras el período de gestación estándar, ha finalizado el desarrollo embrionario entre las 37 y 42 semanas y está preparado y formado anatómicamente para su crecimiento, pero no tiene la capacidad de desarrollar todas sus habilidades cognitivas correctamente, ya que el sistema nervioso central continúa formando y conectando neuronas. A los tres años de edad dispone del doble de las conexiones neuronales que un adulto. Hacia los diez años se eliminan las conexiones ineficientes, a los veintiuno el cerebro alcanza el peso de un cerebro adulto, y a los veinticinco finaliza la formación del córtex prefrontal, donde se ubica la memoria a corto plazo; pero, sobre todo, se determinan la personalidad, el comportamiento social y la inhibición ante las actividades de riesgo.
La retina también forma parte de este sistema nervioso central: es una prolongación del cerebro, por lo que podemos afirmar que vemos directamente a través e nuestro cerebro. Cuando nacemos, la retina visual no está especializada, todavía se deben formar los conos y los bastones, los cuales son los fotorreceptores que nos permiten enviar la información al córtex visual. Por esta razón, es muy importante ya desde el mismo momento del nacimiento descartar cualquier patología congénita o cualquier necesidad refractiva para que se acabe de desarrollar con éxito la agudeza visual.
El primer examen que se realiza al recién nacido lo lleva a cabo el pediatra a las pocas horas de su nacimiento. Se basa principalmente en una oftalmoscopia directa sin uso de ciclopéjicos para descartar la existencia de melanoma ocular o cataratas congénitas. Cuando se detecta un melanoma la cirugía es inmediata; es necesario llevar a cabo una enucleación del ojo afectado para evitar la metástasis.
La causa de las cataratas congénitas suele ser hereditaria, pero también puede deberse a otras complicaciones, como enfermedades metabólicas o infecciones intrauterinas. En estos casos es necesario iniciar un protocolo de actuación, de acuerdo con el cual se realiza una cirugía de cataratas antes de los dos meses de vida: se retira el cristalino opaco, pero no se reemplaza por ningún tipo de lente intraocular para corregir las dioptrías del cristalino. El oftalmólogo u óptico optometrista, como es nuestro caso, calcula la graduación que necesita el bebé para comenzar a desarrollar la visión, y se adaptan unas lentes de contacto hidrofílicas pediátricas a medida y para uso permanente. Determinamos con padres y madres una periodicidad de control, de limpieza y de reemplazo de las lentes de contacto. Una vez cumplidos los seis meses se realiza una segunda cirugía ocular que incorpora una LIO pediátrica; al bebé ya no le será necesario utilizar lentes de contacto, pero deberá utilizar bifocales con la graduación correcta para corregir la visión de lejos y cerca, con el propósito de iniciar con garantías un correcto desarrollo visual. Después, recomendamos realizar exámenes trimestrales para comprobar el ajuste de las gafas, evaluamos la mejora de la agudeza visual y el desarrollo adecuado de las capacidades perceptivomotoras, además de descartar ambliopías (ojo vago), nistagmos y estrabismos que puedan dificultar un aprendizaje escolar óptimo. Una vez que el niño o niña se adapte al bifocal, a los cuatro o cinco años es aconsejable comenzar a utilizar lentes progresivas personalizadas a sus características anatómicas y ergonómicas. De esta manera, también podrá ver nítidamente las distancias intermedias, como juegos de mesa, ordenadores y tablets.